Horas antes de entrar en la arena, el toro ve la luna por última vez. Va a ser sometido a un encierro a oscuras para que al soltarlo, la luz y los gritos de los espectadores lo aterren y trate de huir saltando las barreras, lo que produce la imagen en el público de que el toro es feroz animal. Le recortarán los cuernos para proteger al torero. Le colgarán sacos de arena en el cuello durante horas para cansarle. Le golpearán en los testículos y los riñones. Le provocarán diarrea al poner sulfatos en el agua con el fin de que llegue débil al ruedo. Le untarán grasa en los ojos para dificultar su visión y en las patas le pondrán una sustancia que le produce ardor y le impide mantenerse quieto.
Y al día siguiente en la plaza se enfrentará en “justa contienda” al valiente torero tan admirado y envidiado por la sociedad, portada de revistas por sus otras faenas y corridas, que en cuanto perciba que el toro embiste con mucha energía, ordenará al picador desangrarle para debilitarlo, clavándole en el lomo una lanza que le destrozará músculos (trapecio, romboideo, espinoso y semiespinoso, serratos y transversos de cuello) además de lesionarle vasos sanguíneos y nervios. Así el torero podrá brindarnos la “expresión artística” de este espectáculo.
Luego las banderillas asegurarán que la hemorragia siga al intentar colocarlas justo en el mismo sitio ya dañado con los ganchos de metal que seguirán clavándose dentro de la herida con cada movimiento del toro y con el roce de la muleta. La pérdida de sangre y las heridas en la espina dorsal impedirán que el toro levante la cabeza de manera normal, y es cuando el torero, valiente, podrá acercarse echando fuera el pecho, marcando paquete y recibir los aplausos del público, para por fin llegar al orgasmo colectivo de la muerte del animal.
El toro será atravesado con una espada de 80 cm, que puede destrozarle el hígado, los pulmones, o la pleura, según el lugar por donde penetre en el cuerpo del animal y, si en su recorrido destroza alguna arteria, el público disfrutará viéndolo agonizar entre vómitos de sangre. Tendrá suerte el animal si muere de una estocada que le parta los pulmones y el diafragma, ahogado en su propia sangre, de lo contrario si lucha por sobrevivir, y se resiste a caer, lo apuñalarán en la nuca con el descabello, otra larga espada que termina en una cuchilla de 10 cm. Algunos, aun así, se resisten a morir de inmediato, (quizás quieren saber qué parte de su cuerpo le cortaran como trofeo para el matador al acabar la faena), pero a éstos los rematan con la puntilla de 10 cm. seccionándole la médula espinal, a la altura de las vértebras atlas y axis. El toro quedará paralizado, sin poder realizar movimientos con los músculos respiratorios, por lo que lentamente morirá por asfixia, pero no de forma inmediata, aún está vivo, aunque inválido desde el cuello hacia abajo, cuando lo arrastren fuera del ruedo.
éste es el arte del toreo, definido por la UNESCO desde 1980 como “el terrible y venal arte de torturar y matar animales en público”.
En esta ocasión no me voy a pensar dos veces la dureza de mis opiniones, y no me importa si algún defensor de la “fiesta” se ve afectado, de hecho, ojalá así sea y sirva para que cambie su punto de vista.
Y como me conozco, por repetidos, los argumentos de los defensores de este espectáculo al que, por cierto, se permite la entrada de niños, comentaré algunos de ellos antes de que los sabios los utilicen:
- El toreo es una manifestación artística: La estética y plasticidad de las corridas no son más que una serie de técnicas destinadas a la consecución de la muerte de un animal, y si Goya, Picasso o Lorca han trabajado acerca del toreo también se han escrito libros sobre la Inquisición, las guerras o los campos de concentración sin que esto los convierta en arte.- El toreo es tradición: También son tradición en muchos lugares la ablación del clítoris y la pena de muerte, y no por ello se justifican. - El toreo es cultura: sólo hay que buscar la definición de cultura en cualquier diccionario para darse cuenta del absurdo de esta afirmación además de comprobar el extraordinario ambiente “cultural” que sin duda rodea el mundo de los toreros, ilustrados y cultos personajes donde los haya.- Sin el toreo la raza del toro de lidia desaparecería: eso significa que sin abrigos de pieles no habría visones, y sin cazadores no habría perdices, ¿verdad?- También se sacrifican animales para alimentarnos: quienes argumentan esto, desconocen la diferencia entre sacrificar y torturar públicamente a un animal.- El toreo atrae al turismo: pero quizás menos que la Alhambra, las playas de Cádiz, o la paella valenciana, seguro.
Tenemos que parar esta práctica inhumana. No debemos permanecer al margen, tenemos las herramientas para conseguirlo, porque sin lugar a dudas somos mayoría. Y existen muchos medios de comunicación como este medio digital, donde podemos expresar ideas como éstas, desde otros puntos de vista diferentes a los habituales, y quizás abrir los ojos a personas que ignoran lo que se esconde detrás del toreo.
Por el bien de nuestros propios hijos no permitamos que se cuelen las corridas de toros en nuestras televisiones en pleno horario infantil, exijamos a los políticos (a veces nos escuchan en elecciones) que acaben con esta cruel manifestación de dolor.
En conclusión, (y ésta es mi opinión personal, meditada y consciente): hay que estar mentalmente enfermo o ser un ignorante para disfrutar con la tortura y crueldad que se practica en las plazas de toros, y peor aún, ser malvado y despreciable para defenderla buscando razones y argumentos.
* Muchos de los datos y descripciones tienen su fuente original en “El placer de dañar” de Carlos Molina, escrito para The KidStar Magazine
1 comentario:
no se quien hace el papel de animal, si el torero o los asistentes. apoyar o ir a las "corridas" de toros es igual que estar en la arena torturando al toro
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