miércoles, 31 de enero de 2007

carta abierta a los candidatos II

Me explico:Abstención.La abstención fruto de un análisis de las opciones y una posterior reflexión no debe considerarse como un acto pasivo, sino como una forma de expresión incluso más comprometida que la participación en las elecciones por mera inercia social. La abstención meditada es un gesto democrático de rechazo a las opciones políticas, a los partidos y a los políticos, no al sistema. Considere usted esta opción como una expresión de protesta ciudadana, no como un acto de desinterés.
Democracia.Se suele decir que la base de la democracia es la libertad, cuando en realidad es su consecuencia. La base de la democracia es la confianza. Confianza en las instituciones, en los representantes, en los partidos. Y esa confianza está en peligro, porque muchos ciudadanos se sienten marginados desde el poder, y en ocasiones engañados o manipulados. Por eso retiran su confianza.
Considere usted el descrédito de la política, de los políticos como la principal causa de abstención cuando lea los próximos porcentajes electorales.La democracia por sí sola, no asegura, por otra parte, un buen resultado. En democracia se han elegido los gobiernos de Irán o Palestina. La democracia ha llevado al gobierno de los estados unidos a George W. Bush, quien bajo la excusa de implantarla está destrozando Irak. Y fueron unas elecciones democráticas las que llevaron a Adolf Hitler al poder en Alemania.
La realidad es menos utópica. Desde la segunda guerra mundial el sistema democrático occidental está basado en un doble sistema de poder: el político y el económico.
En principio podemos votar por unos candidatos que eligen otros, y eso nos hace creer que responden a la voluntad popular. Pero, en mi opinión, la influencia ejercida por el poder económico, el auténtico gestor del poder, sobre el poder político es más que evidente: control de medios de comunicación, control de organizaciones sociales y políticas, incluso participación directa de muchos de los agentes económicos en la política. (Por curiosidad, busque los nombres de los presidentes del banco mundial, el fondo monetario internacional o las grandes petroleras…). Me refiero a que los poderes económicos, las grandes empresas e imperios financieros con presupuestos superiores al producto interior bruto de muchos países, son el auténtico poder en las democracias capitalistas. Poder que además escapa del control del pueblo.
Consecuencias. Como decía, aunque en la mayoría está muy profundamente implantada la idea de obedecer órdenes y decisiones de la autoridad sin pensar en que puede haber otras opciones, está surgiendo una falta de confianza en el sistema, que se traduce en una falta de participación institucional y a su vez en la aparición de movimientos que se enfrentan a estas pautas de conducta con más o menos contundencia: Movimientos antiglobalizacion, nuevas opciones políticas no tradicionales, otras formas de asociación ciudadana independientes de los grandes partidos políticos, expresiones juveniles alejadas de la política y la religión, están empezando a ser una interesantísima parte de nuestra realidad.
Nuestra juventud no está dormida, al contrario, gracias a medios como Internet o los teléfonos móviles es capaz de relacionarse y movilizarse de una forma que jamás en la historia había sido posible, lo que ocurre es que lo hacen para satisfacer otros intereses, entre los que, desde luego, no está la política.
Opciones.¿Quién ha dicho que haya opciones? Al menos en estos momentos. Lo que sí podemos hacer es practicar un ejercicio de análisis y debate de la situación en la que vivimos. Foros de expresión como este mismo periódico digital son una de las maneras de ejercer el derecho de la libre crítica, información, opinión y análisis.
Nuestra opción es poner en práctica el auténtico poder del pueblo a través del debate, de la toma de conciencia, de la denuncia, para garantizar la creación de opinión de una forma independiente y buscar la unidad de los ciudadanos y el funcionamiento de una sociedad civil capaz de ejercer influencia y poder. Quizás, ésa sea la próxima revolución que nos quede por vivir.
Yo me veo como un peón en el tablero de ajedrez: usted puede optar por permanecer tranquila e inconsciente en su casilla, esperando a que alguien la mueva sin preguntarle ni darle ninguna explicación, en un juego que no entiende, esperando a ser entregada al enemigo como parte de una estrategia superior para que otros, los de siempre, ganen la partida. O puede ser ese mismo peón, que sigue sin poder moverse más que una casilla, pero, que hace lo posible por entender las reglas del juego, que estira el cuello para enterarse de cómo va la jugada, y que en silencio sabe que hasta un humilde peón de ajedrez puede hacer jaque mate a la reina y ganar la partida.

sábado, 27 de enero de 2007

carta abierta a los srs candidatos

Me dirijo a ustedes como uno de los ciudadanos que al igual que el 41,8% de los votantes optó por la abstención en las pasadas elecciones municipales. Nací en el 74 en lo que llamamos democracia, y aunque pertenezco a esa generación “cuya única aspiración es salir en Gran hermano o ponerse hasta arriba el sábado por la noche”, como nos define el insigne Arturo Pérez Reverte no me considero un joven con garganta y sin nada que gritar. El derecho al voto es la base de lo que llamamos democracia.
Mi padre me contó lo que en este país se había luchado por conseguirla, por conseguir poder elegir a nuestros representantes, me contó lo de correr delante de los grises y lo que te jugabas cuando en público expresabas una idea que significase esperanza de cambio, y que gracias a los que no se rindieron hoy podemos sentirnos en libertad.
Cuando cumplí los 18 le acompañé ilusionado a mis primeras elecciones, de alguna forma lo recuerdo como un hecho que me une a él. También voté unos años más tarde en unas autonómicas y posteriormente en unas generales, tal vez pensando en aquellas historias de estudiantes manifestándose y dictadores en blanco y negro.
Hoy no creo en la política.
No creo en los políticos que no son capaces de hablar de procesos de paz sin vencedores ni vencidos. No creo en los que sólo hablan de nación de naciones, traiciones y patriotismo. No creo a los que se echan en cara el último escándalo de alcaldes ricos y reos por culpa del ladrillo. No creo en una clase política que no se atreve a tratar directamente problemas como la inmigración, el racismo, la violencia doméstica o el aumento de los precios. Y lamentablemente no creo que mi voto sirva de algo, porque, en mi opinión, da igual quien gane las elecciones, todo seguirá como hasta ahora. En este pueblo, en nuestro país, los auténticos dirigentes no serán los políticos, los líderes de opinión no serán los intelectuales que aparecen en los medios, sino las empresas para las que trabajan, y para eso no hay elecciones.
Soy de los que piensan que la ilusión de libertad, incluso la idea de poder elegir nuestro futuro no es más que un espejismo. Que en el fondo participamos en la farsa de votar a una minoría que consideramos más preparada, más responsable, para que administren el poder y las libertades a las que en parte renunciamos, olvidándonos de la idea de dirigir nuestros destinos y convirtiéndonos en subordinados que centran su atención en hacer funcionar la gran máquina del consumo que en el fondo es lo único que interesa a los auténticos administradores del poder.
Poco podemos hacer frente a esta realidad, pero al menos un servidor pretende ser consciente de ello, observando, analizando y aprendiendo, y tal vez alguien al leer estas líneas piense por un instante que es posible que esto esté pasando y se pregunte cosas.
Mientras, seguiremos teniendo marbellas y estatutos, programas de corazón y partidos de fútbol con estrellas de cine, seguiremos trabajando para pagar los euribor y deseando el último modelo de móvil que no necesitamos…
Pan y circo lo llamaban los romanos.

sábado, 6 de enero de 2007

D. Miguel Alarcon in memorian

A veces, cuando me siento frente al ordenador, durante un instante, añoro el tacto del lápiz de madera entre mis dedos. Me gusta oír el sonido de la mina de grafito al deslizarse sobre el papel, dejando impresas las palabras o bocetos que surgen de algún lugar escondido quien sabe dónde. A veces recuerdo a aquellas personas que a lo largo de mi vida me han enseñado a percibir e interpretar el mundo en que vivimos.
Hoy al teclear mi ordenador viene a mi memoria una de esas personas que deja un imborrable recuerdo en nuestras vidas, una de esas personas que, de alguna manera, ha intervenido en formar parte de lo que ahora somos. Hace unos años, quizás durante los mejores años de mi vida, en el instituto, me crucé con una de esas personas a las que con orgullo se llama maestro.
Recuerdo que siempre nos entregaba sus apuntes escritos a mano, y que en muchas ocasiones nos animaba a escribir a lápiz dejando a un lado las máquinas y ordenadores. Decía que los lápices dejaban en el papel una huella imborrable incluso después de pasar la goma. También nos animaba a leer, a leer todo lo que estuviese a nuestro alcance, ésa era, decía, la única forma de formarse una opinión propia.
Supongo que para el fui un alumno más entre todos los que recibíamos las clases de Historia y Geografía, y para mí, entonces, era uno más de los profesores, además de una de las asignaturas menos agradables para un chico de ciencias como yo, sobre todo, cuando nos hacia memorizar los ríos de España o cuando nos citaba por la tarde, en el instituto, para hacernos exámenes orales uno a uno.
Incluso alguna vez discutimos acerca de la conveniencia de memorizar fechas, nombres y lugares, que como casi toda mi generación ya hemos olvidado. Él, bastante poco paciente zanjaba la conversación llamándome por mi apellido y recordándome que en ese momento mi posición era la de alumno y que lo que me correspondía era estudiar.
Un año después, cuando ya no asistía a sus clases me recordó esa conversación, y me dijo que admiraba a las personas que decían lo que pensaban, y que nadie es recordado por lo que piensa en silencio.
Por entonces, la chica más linda del instituto estaba en su clase de historia de tercero y yo aprovechaba cualquier excusa para asistir a sus clases e incluso compartir alguna excursión con su grupo. Paradójicamente fue ese año, sin la presión de ser alumno suyo cuando empecé a aprender cosas de él: le escuché hablar de Torrijos, me invitó por primera vez a la Peña Flamenca, me habló del Piyayo y de García Lorca. Nunca olvidaré cuando me presentó al afilador del pasaje de Chinitas o cuando fatigado por el ascenso narraba las aventuras de Omar Ben Hafsun en una excursión a las ruinas de Bobastro.
De alguna forma, él fue una de esas personas que dejan huella en nuestra vida: día a día intento ser honesto con mis ideas y pese a todo, decir lo que pienso aunque no siempre sea lo más oportuno. Esa niña, a la que perseguía en sus clases, está en casa esperándome todos los días, educando a nuestros hijos, que están creciendo entre cientos de libros, que con el tiempo hemos ido atesorando. Espero que algún día se cruce en sus vidas alguien como nuestro profesor y les motive a tener ideas propias, y a ser un poco más conscientes del mundo que les rodea a través del conocimiento.
A Don Miguel Alarcón. In memórian.