martes, 26 de febrero de 2008

Votar en conciencia incluye también no votar

La abstención electoral suele relacionarse con la apatía cívica así como el voto en blanco con la protesta.
Los estudios electorales identifican tradicionalmente la abstención electoral con la ausencia del ejercicio del derecho de sufragio activo, es decir, con el no acudir a votar en un proceso electoral determinado. La abstención electoral puede tener su origen en una discrepancia radical con el sistema político, en el que no se desea participar de ninguna forma, en un desinterés por la política o en un convencimiento de que nada puede cambiar realmente gane quien gane las elecciones.
Lo cierto es que cada cuatro años los principales partidos políticos se gastan millones de euros en intentar conseguir nuestra participación en el proceso electoral que legitimará sus actuaciones durante la próxima legislatura.
Todos hemos escuchado que votar se convierte en un derecho-obligación por respeto a lo que ha costado conseguirlo.
En mi opinión, la abstención es también, uno más de los derechos de los pueblos, es quizás el mas básico de ellos, el ejemplo más primario de libertad de expresión.
La abstención puede considerarse como una forma de objeción de conciencia, de hecho en nuestra vida reivindicamos este derecho en muchas situaciones. Por ejemplo cuando se nos plantea la disyuntiva entre matrimonio civil o canónico muchos optamos por la convivencia libre y voluntaria sin papeles por medio, o cuando a lo largo de la historia los conflictos armados obligan a afiliarse patrióticamente a uno u otro bando , muchas voces plantean una tercera opción bajo el grito “no a la guerra”.
Cuando en política esta opción se plantea empieza a correr el bulo de que la abstención beneficia a los partidos mayoritarios y que es más correcto votar en blanco si quieres demostrar tu disconformidad. Basta con consultar la ley electoral para comprobar que la abstención ni beneficia ni perjudica a nadie, y que el voto en blanco, al contrario hace más difícil a las fuerzas minoritarias el conseguir escaños:
Por un lado el apartado 4 del artículo 108 dice que la junta electoral computará como votos válidos: …se computarán como votos válidos los obtenidos por cada candidatura más los votos en blanco. Esto, unido a la disposición del subapartado “A” del apartado 1 del artículo 163 donde se dice que No se tienen en cuenta aquellas candidaturas que no hubieran obtenido, al menos, el 3 por 100 de los votos válidos emitidos en la circunscripción, hace que el voto en blanco sea una barrera para partidos pequeños y un beneficio para los partidos grandes, pues aumenta el número de votos necesarios para alcanzar el 3% por ciento.
Es decir, los votos en blanco se suman al total de votos emitidos y esto tiene el efecto de perjudicar a los partidos pequeños, ya que para poder optar al reparto de escaños necesitan haber obtenido como mínimo el 3% de los votos totales. Los votos en blanco, al sumarse a los votos totales hacen que esa barrera sea más alta y por tanto hacen aún más difícil para los partidos pequeños la obtención de un escaño.
Este y otros mensajes tratan de identificar el ejercicio del voto como una obligación democrática, y tacha a los que no lo ejercen de irresponsables e insensatos. Por lo pronto es una falta de respeto a una decisión libre de millones de personas que quizás acudirían a las urnas si en el fondo pensasen que su vida, su trabajo o su felicidad iban a cambiar algo en función de quien fuese egido.
El no acudir a la cita electoral es también una decisión política, y la abstención voluntaria meditada y consciente, no tiene por que privarnos del derecho de criticar mas tarde las decisiones que nos afectan de aquellos que los demás han elegido, mas bien al contrario. Si votas a un partido y luego sus decisiones en política económica, social o internacional perjudican al país, quizás, seas el menos indicado para plantear quejas cuando con tu voto legitimaste su elección. Quizás sean los que no han participado en el circo electoral los que tengan derecho a criticarlo.
Evidentemente, esta es una decisión personal. Libre y personal. Y así deberíamos considerarla. Quien crea en un proyecto determinado puede apoyarlo participando con su voto. Pero quizás sea interesante intentar atisbar lo que se oculta detrás de los cegadores focos de este circo.
Un servidor recuerda la farsa del último referéndum sobre la Constitución Europea, donde tras la negativa de los ciudadanos de Francia y Holanda, los jefes de estado y de gobierno deciden no seguir con las consultas y lo convierten en un tratado de obligado cumplimiento.
Un servidor recuerda que durante cuatro años los que ahora se dirigen a nosotros desde los medios no se han acordado de nuestra existencia, de nuestras hipotecas, de nuestras vidas y ahora se desviven en promesas y discursos.
Un servidor opina que gane quien gane seguirán mandando los mismos, los grandes empresarios, los banqueros, el “poderoso caballero que es don dinero”. Que gane quien gane, seguiremos manteniendo a monarcas y obispos y habremos legitimado a unos políticos que volverán a olvidarse de nosotros hasta dentro de cuatro años.
Tal vez, tendríamos que pensar otras formas de participación más justas y equitativas y plantear opciones para construir un mundo mejor, mientras tanto debemos analizar, pensar, cuestionar y denunciar el que nos ha tocado vivir y, asistir con un espíritu crítico a comedias como las de unas elecciones a la que de nuevo seremos muchos los que no vamos a acudir.

Juan Manuel Mancebo Fuertes
Febrero 2mil8
www.bobastro2.blogspot.com

el debate


martes, 5 de febrero de 2008

Como dios manda


La reciente incursión de la jerarquía eclesiástica en la campaña electoral recomendando un determinado sentido del derecho del voto y opinando sobre terrorismo, aborto o divorcio demuestra que esta organización además de arcaica, machista, homofoba y dogmática añora, quizás, otros tiempos en los que la separación con el estado era inexistente y tal vez piense, que con el apoyo implícito a determinadas siglas políticas vuelva a conseguirse.Espero que esta critica a la jerarquía de la Iglesia no se confunda con una falta de respeto hacia los creyentes de esta o cualquier religión que por supuesto nada tienen que ver con estos estamentos porque entre otras razones no se trata ni por asomo de organizaciones democráticas, muy al contrario los fieles no pueden elegir a sus representantes, cuya legitimidad solo se mantiene a través de intereses y juegos de poder internos que suelen acabar en expresiones de autoritarismo.
No hay que despreciar la relación de las “pseudo-sectas” como el opus dei, con políticos, empresarios y agentes económicos que participan en el juego político, por lo que en el fondo, no nos debe extrañar que en los pulpitos se hable de política, eso si, cuando los obispos opinan de algo tan ajeno a ellos como unas elecciones democráticas, nos otorgan a los demás el derecho a hablar de su “negocio”.
Quizás va siendo hora de exigirles cuentas acerca de las inversiones y especulaciones con el dinero que reciben del Estado. Quizás habría que exigirles responsabilidades acerca de las mentiras que se cuentan en su cadena de radio. Tratar su religión en las escuelas como cualquier otra, ni más ni menos. Acabar con los privilegios fiscales y convenios con el estado o al menos equipararlos a los de otras confesiones. Obligarles a retirar de las iglesias los símbolos franquistas. Criticarles cuando se permiten adoctrinar acerca del derecho a la muerte digna de los demás, cuando se permiten discriminar a los modelos de familia que no son como ellos predican o juzgar a las mujeres que optan por abortar.Quizás va siendo hora de juzgar a más de uno por los abusos sexuales cometidos bajo sus sotanas eso si, sin usar preservativo, como dios manda.

Juan Manuel Mancebo Fuertes

Febrero 2mil8