domingo, 11 de mayo de 2014

El último cabrero de Alhaurín.

Se llama Manuel.
Sombrero de ala ancha, apoyado en su bastón observa atento a su docena de cabras pastando en uno de los pocos solares que han quedado sin construir por culpa de la crisis del ladrillo en Alhaurín de la Torre.

Cuenta Manuel, en "andaluz" profundo pero con un curioso acento catalán, que hace 42 años vino al pueblo, a la feria de la barriada de Santa Amalia, sin arreglar demasiado pero que encontró, junto a dos amigos, a tres primas con las que" ennoviaron" y finalmente casaron tras 5 años de relación.
Cuenta que por entonces vendía leche y carne, de un rebaño que pastoreaba desde el rio Guadalhorce, pasando por la Vega, el Romeral y la Alqueria hasta la misma Sierra cerca de Mijas, donde era fácil que se mezclaran las cabras domesticas con las montesas y los mayores con los que se cruzaba aun contaban historias de lobos atacando el ganado.
Cuenta Manuel, que hace mucho marchó a Tarragona, donde hizo familia y se buscó la vida como tantos otros emigrantes andaluces y que hace unos años volvieron al pueblo que ya no era el mismo que dejó al marchar.
Mientras cuenta su historia, no deja de observar a sus cabras, todas con nombre y "personalidad" bien definida. Las dos mas nuevas, con poco mas de un mes, no se apartan de su lado y se dejan acariciar como cachorros juguetones por los niños que juegan en el parque. Uno de los machos, "Wilfred", el mas inquieto, se separa del grupo inspeccionando la acera mas cercana a los chalets adosados. Sin dejar de hablar Manuel desata la cuerda de pita que lleva de cinturón, que resulta ser una honda en la que coloca un pedrusco que lanza a escasos centímetros de la cabra aventurera que capta el mensaje y vuelve sobre sus pasos. Los niños, que lo han visto todo, se miran boquiabiertos asombrados por el "arma secreta" y la destreza del pastor, al que, probablemente, miran  con otros ojos desde ahora.
Manuel, cuenta que al volver, intentó pedir permisos para tener una pequeña explotación ganadera, "como antes, sin piensos ni inyecciones",comiendo lo que da el pastoreo, para sacar leche y quesos "naturales como los de toda la vida". Le contaron que debía tener un recinto acondicionado, darse de alta en varias administraciones, pagar impuestos y tasas y contratar un veterinario de forma casi permanente para controlar el ganado. Le dijeron ademas, que no podría consumir ni vender la leche, a no ser que llegase a un acuerdo con alguna gran productora láctea para que se la comprase y sometiese a procesos industriales y que esta le exigiría seguros, avales y garantías. También le dijeron que no podría pastorear libremente, que solo en determinadas zonas y horarios. Que por el momento no había ayudas ni subvenciones. Y que desistiese.

Manuel, saca cada día a sus 12 cabras a comer a los solares vacíos de las urbanizaciones, algunos embargados por bancos, otros esperando tiempos mejores para convertirse en promociones.
Manuel sabe que algún día no quedaran pastores en Alhaurín, pero se resiste a aceptar el consejo y esta criando un rebaño por el simple gusto de hacerlo.
"En cierta forma me gusta pastar entre las casas", cuenta visiblemente emocionado, " es una forma de que los niños se acerquen y conozcan esta tradición. Algunos creen que la leche se hace en el Mercadona".

JM Mancebo
www.bobastro2.blogspot.com



1 comentario:

Jesús dijo...

Así nos quieren, atados de pies y manos. Gran relato. Abrazo a los Manueles.